
Los niños nacen con esta virtud, sin embargo conforme nos hacemos adultos confundimos las riquezas con la felicidad y precisamente esas cargas con las que nos hacen infelices pues acarrean una serie de inconvenientes añadidos que nos dan preocupaciones y nos impiden deleitarnos en las cosas naturales que nos unen a nuestra identidad, a nuestro yo interior. Debemos aprender de los infantes y no permitir que sean confundidos por una sociedad que valora en exceso los bienes materiales y las repercusiones de poseer cuanto mas mejor, cuando realmente es al contrario y es en la sencillez de las cosas donde se encuentra la felicidad.
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